jueves, 24 de marzo de 2011

Lost in language

Ha pasado varios meses ya desde la última actualización online. Un tiempo dedicado a la lectura y a la reflexión, dedicado a la comprensión y asimilación de conceptos. Un tiempo usado para sentar las bases teóricas del proyecto, o más bien, profundizar en lo que supone a nivel teórico, el desarrollo práctico del mismo. Ha sido (y es) un proceso lento y no exento de impedimentos precisamente. Principalmente temporales, en la forma de trabajo absorbente no relacionado con el proyecto del máster, que me privaba de la disposición del tiempo necesario precisamente, que me permitiera abordar con tranquilidad [Valencia.Distritos]. No es que dicho trabajo (el que no guarda relación) no siga presente, pero al menos su realización requiere ahora, una vez pasadas fechas de entrega de programas varios, menos esfuerzo y horas de dedicación, permitiéndome retomar el ritmo de [Valencia.Distritos] a un nivel más digno y sin tantos sofocos.

También han existido y existen trabas en otros sentidos, como ya hemos mencionado en anteriores entradas, y es aquí donde, centrándonos en uno de esos frentes, en relación a los textos leídos, entraremos precisamente en el quid de la cuestión que hoy nos ocupa. Particularmente, me gustaría hablar sobre el estudio de los conceptos introducidos por Gilles Deleuze en sus libros La imagen-movimiento y La imagen-tiempo. Deleuze es (o me lo parece) en muchos sentidos un pensador brillante, incansable y excepcional, que ha reflexionado de forma interesante e innovadora, tanto sobre conceptos que en particular vienen muy al caso del proyecto que nos ocupa como sobre otras muchas cuestiones variopintas y filósofos concretos.  El caso es que al leer a Deleuze, en muchas ocasiones me he encontrado a mí mismo "luchando" por interpretar lo que sus textos querían decir. 

Wittgenstein decía que los límites del lenguaje de una persona suponen también los límites de su mundo, y ciertamente, es así como me he sentido tras leer a Deleuze. Con él, he tenido la impresión de que mis límites eran demasiado estrechos, que lo que Deleuze dice está fuera del alcance de los márgenes de mi botella, de mi cárcel linguística; y por lo tanto, la interpretación que obtengo de su lectura es mermada y pobre. Interpretaciones, a las que por otro lado, me cuesta llegar. Wittgenstein también decía que existen miles, millones de juegos del lenguaje específicos, tantos como distintas personas con sus consiguientes usos lingüísticos, y que es en ese choque entre los distintos usos linguísticos de una misma palabra o juegos de lenguaje donde el entendimiento entre ambas partes se tuerce. A esto debemos sumar que, para Deleuze, la filosofía consiste en crear conceptos, en hablar y preguntarse sobre las cosas inventando conceptos sobre esas cosas y que definen unos usos muy específicos sobre su funcionamiento inmanente.

El mero hecho de acceder a un determinado tipo de información y reflexionar sobre ella desde un punto de vista de ruptura con lo establecido hasta el momento requiere de un gran esfuerzo, voluntad y capacidad de asimilación. Si a ello sumamos la guerra constante entre los distintos juegos de lenguaje, entre los diferentes usos lingüísticos de determinadas palabras, obtendremos una lectura impedida y laboriosa, un trabajo de anotación e interpretación en el que avanzar unas cuantas páginas se torna en una tarea harto complicada. Cada nuevo pedazo de información se pone en jaque, se enfrenta al uso de los conceptos que hasta el momento  hemos venido usando en el proyecto, se reflexiona sobre el espacio en común donde ambas parten convergen y si la nueva información, si los nuevos conceptos, son usables y útiles en el contexto que hemos establecido.

Paola Marrati
Es de este modo como llegamos hasta nuestra "intérprete", una suerte de guía que expone los usos de los conceptos de Deleuze a través de los suyos propios para adaptarlos a un lenguaje más asequible y expositivo. Me estoy refiriendo al trabajo de Paola Marrati en Gilles Deleuze.Cine y Filosofía, donde se nos presentan los conceptos de Deleuze de forma en que el lenguaje deja de suponer un obstáculo, y es a los conceptos mismos a los que nos enfrentamos sin mayores impedimentos. Es a través de Marrati cuando llegamos hasta Deleuze y es su lectura la que nos permite reflexionar sobre las implicaciones conceptuales de la técnica empleada en [Valencia.Distritos].

Deleuze nos dice que el mecanismo del pensamiento humano, de nuestro conocimiento usual, es el de la naturaleza cinematográfica. Pensamos el movimiento como una  serie de momentos equidistantes, elegidos de tal forma que son percibidos como un todo, como una impresión continua, y es la forma en la que elaboramos esas secuencias, lo que remite directamente al mecanismo cinematográfico. Así como el cine descompone y recompone el tiempo como movimiento, en  [Valencia.Distritos] es el tiempo mismo, en la forma de cortes inmóviles, los que se recomponen, capturando el devenir continuo de la realidad en estados instantáneos separados pero a su vez profundamente interrelacionados. 

Como en la realidad, la acción necesita de una percepción, y es ésta última la que selecciona aquello que tiene o no interés. Por ello, las imágenes instantáneas físicas que conforman la imagen de collage global, funcionan, sobre el haz del scanner, a cada momento, como fotogramas que no son sino tomas de vistas instantáneas. Podemos dividir entonces el espacio que recorre el haz del scanner en esta serie de instantes tomados, que son separados mediante la acción y el gesto del que imbuimos al collage sobre el haz de luz, siendo ese mismo gesto, inseparable y continuo, lo que unifica la imagen final, y le otorga sus particularidades cromáticas y rítmicas. 


En esencia, en la imagen final se suceden distintos tiempos, diferentes espacios y movimientos, que convergen en un solo bloque de tiempo ficticio, que se inventa en la imagen, pero que aúna a su vez, el tiempo real del recorrido del haz de luz junto con los movimientos (ritmos) que dan lugar a la secuencia cromática de la imagen, y que se esparcen por todo el bloque, otorgándole un sentido unificado y homogéneo al conjunto espacial de la imagen. Los fragmentos de imagen que actúan como cortes de instantáneas, encierran en sí posibilidades temporales no definidas y variables, son puntualizaciones abstractas que dependen de la mirada del espectador. Justo lo contrario que el recorrido del conjunto global de dichos fragmentos, cuya duración viene prefijada por el movimiento real ejecutado dentro del espacio temporal en el que el haz tarda en recorrer el carril del scanner. 

Según Deleuze, imagen-tiempo es toda aquella imagen capaz de presentar directamente la duración y el cambio, más allá del movimiento mismo. En las imágenes en movimiento se nos muestra el desplazamiento de los objetos móviles sobre un espacio fijo, mientras que las imágenes-movimiento mueven los espacios mismos, son los objetos captados en sus movimientos. Ya sea en función de la percepción o de la acción, de si queremos aprender a ver la cara útil de las cosas o aprender a utilizar las mismas; Deleuze separa las imágenes-movimiento  en tres subdivisiones principales:

  • imágenes-percepción
  • imágenes-acción
  • imágenes-afección
Gilles Deleuze
Para Deleuze, cada imagen es percepción, aunque sea percepción de sí misma y asume que cada imagen-movimiento es percepción de todos los movimientos que actúan sobre ella y de todos los movimientos por los cuales ella actúa sobre otras imágenes. Perciben justo hasta dónde reciben movimiento y hasta dónde lo ejecutan, dónde reaccionan debido al movimiento que se le imprime y en qué y dónde influencian con su movimiento a su vez. El intervalo entre la acción recibida por el objeto y la acción ejecutada por el mismo, sitúa para Deleuze, al objeto mismo, en ese momento, como centro de indeterminación de la escena y es esa fragmentación de intervalos la que nos permite hablar de imágenes-percepción, imágenes-acción o imágenes-afección. 

Las imágenes-percepción son aquellas que nos dan una visión general sobre un determinado objeto, escena, etc...siempre  nos dan una imagen encuadrada, seleccionada porque toda percepción es una reacción a una selección de la información que se nos presenta; pero son algo más, porque giran entorno a la necesidad y al interés pragmático. Como Deleuze dice, toda imagen es percepción. En [Valencia.Distritos] la imagen-percepción vendría dada por el formato elegido propio de la imagen (lo que nos daría un valor objetivo de la misma), y la impresión global subjetiva de lo que sucede en el conjunto de la imagen, cómo funciona ésta como un todo y cómo es percibida por el espectador.

¿Qué es entonces, para Deleuze, una imagen-acción? Deleuze entiende por imágenes-acción a aquellas imágenes-movimiento que se comportan como una respuesta sensorio-motriz a un estímulo determinado y cuya actividad continúa el proceso narrativo. Por último, en un espacio indeterminado a mitad de camino entre la imagen-acción y la imagen-percepción (en realidad, en el camino mismo), se sitúa la imagen-afección. Las imágenes-afección surgen cuando una situación no puede resolverse en acción o cuando de una acción concreta no deriva reacción alguna. Son imágenes irreductibles de carácter exclusivamente sensorial en el sentido de cómo los afectos humanos son percibidos, y subjetivo a su vez, referido a la forma en que el sujeto se percibe a sí mismo. 

Sólo cuando las imágenes se alejan de esa subjetividad, cuando se concentran en una percepción visual o auditiva pura y los tipos de imágenes que es capaz de producir (imagen-recuerdoimagen-sueño, etc...), es cuando la imagen rompe con esa concepción de la mirada post humana pragmática y sensible, y nos acerca a un entendimiento de la imagen previo a la mirada del espectador. Deleuze lo llama cine de vidente, capaz de, sobre las imágenes-movimiento, crear un tipo de imagen nueva, la imagen-tiempo.

En [Valencia.Distritos], como ya sucediera con Griffith o Eisenstein, el tiempo es tratado como una imagen indirecta, es una imagen indirecta que resulta de una composición orgánica, de la conexión, composición y del agenciamiento de las imágenes entre ellas. Ninguna imagen expresa el tiempo por sí misma, no hay imagen propia del tiempo, por decirlo así; éste se deduce indirectamente de la relación que se crea entre las imágenes. Se trata de un proyecto entonces que permite extraer los afectos y las cualidades de las personas o espacios, de lugares e individuos concretos, para mostrar sus planos de expresividad pura. Es a través de estas extracciones, estos condensados temporales, que podemos hablar de  [Valencia.Distritos] como un proyecto de montaje, de carácter perceptivo-afectivo.  Su sentido no se da entonces sólo en la superficie, si no que ésta, junto con su juego interno, con su estructura, funciona como un todo, y es este esqueleto, el que debe ser desmontado y descifrado mediante la interpretación activa del espectador.










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